La interioridad del ser humano.
El discípulo debe adquirir la convicción de que la verdadera esencia del hombre reside en su interioridad, no en lo externo. Aquel que sólo se considere como resultado del mundo físico, no podrá progresar en el discipulado oculto, pues uno de los fundamentos de éste es sentirse un ser anímico-espiritual. El que desarrolle en sí mismo tal sentimiento, será capaz de distinguir entre la obligación interior y el éxito exterior; aprenderá a distinguir que uno no puede compararse directamente con el otro. El discípulo ha de encontrar el justo medio entre lo que le imponen las condiciones exteriores y lo que él mismo reconoce como lo correcto para su proceder. No debe tratar de persuadir a los demás de cosas para las que ellos no pueden tener la debida comprensión, pero también debe ceder a la tentación de amoldar su actuar a lo que ellos puedan aprobar. El consentimiento a sus verdades lo debe buscar únicamente en el estado de su propia alma sincera que aspira al conocimiento. Por otra parte, tiene que estar dispuesto a aprender de los demás todo cuanto le sea posible, a fin de sondear lo que sea lo útil y lo benéfico. De esta manera, desarrollará en sí mismo lo que la ciencia de lo oculto llama la "balanza espiritual". En uno de sus platillos se encuentra un "corazón abierto" a las necesidades del mundo; en otro, la "firmeza interior y la perseverancia inquebrantable".
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